Tradicionalmente el líder ha sido descrito como alguien con la capacidad de guiar a un grupo con el fin de alcanzar un objetivo. Hemos visto modelos de referencia en todos los ámbitos: políticos, económicos, deportivos, religiosos y profesionales; dónde una persona logra crear una sinergia en un equipo de personas, para luchar por alcanzar una meta. Esto incluye el logro de una visión compartida, una motivación intrínseca adecuada y un deseo de logro bien estructurado.
El gran reto cuándo logramos ese escenario, es mantenerlo en el tiempo y renovarlo con frecuencia. Pero en el entorno actual, la velocidad de los cambios, la evolución de los negocios, los desafíos del entorno, la aceleración de la tecnología y la explosión de la generación de datos, se vuelve más complejo poder actualizar este tipo de estrategias de liderazgo con la dinámica y rapidez necesaria.
La única vía es evolucionar de un modelo de líder jerárquico único por compañía, área de negocios, iniciativa o proyecto; a un modelo basado en múltiples líderes seleccionados por habilidad y competencias por encima de escalas jerárquicas. Este modelo permite empoderar pequeños grupos de trabajo multidisciplinarios, responsables de proyectos e iniciativas específicas. En este contexto, el líder debe ser capaz de entender las necesidades del grupo, canalizar las fortalezas de cada integrante y buscar los recursos necesarios para alcanzar el objetivo. En ese sentido, un buen líder no necesariamente será el jefe jerárquico.
Por Luis Gonzalo Marin, CEO de MQA Américas